jueves, 23 de octubre de 2014

La marcha de la esperanza y las fosas clandestinas de la impunidad en México



La marcha de la esperanza y las fosas clandestinas de la impunidad en México





La marcha de la esperanza y las fosas clandestinas de la impunidad en México
Los alrededores de la ciudad de Iguala se han convertido, ante los hechos exhibidos en los últimos días, en una inmensa fosa común clandestina. Es un terrible monumento a la impunidad, a la corrupción y a la narco política en Guerrero. Según datos conservadores, es probable que existan en ese horror, sepultados clandestinamente, más de un millar de seres humanos. La búsqueda de los 43 normalistas secuestrados por policías municipales ha destapado un escándalo de consecuencias inconmensurables para la élite política y económica mexicana. La razón es muy sencilla, Iguala es sólo un caso más, de cientos y quizás miles de casos más existentes en México.


Iguala es el terrible reflejo de una estructura política que durante décadas se dedicó a vivir asociada con el crimen organizado, que se ha beneficiado de esa relación y que en muchas casos, como Iguala, terminaron unidos en una simbiosis, dónde personeros del crimen organizado lograron llegar a gobernar el municipio, pero hay decenas de municipios más con la misma dinámica e incluso han logrado colocar a sus miembros en los congresos locales y federales. Pero no sólo eso, han controlado a las instituciones locales de procuración de justicia, dominado a las policías locales y han destruido todo intento de libertad de prensa.


La quema del Palacio Municipal hay que verlo en esa perspectiva, durante años se convirtió en el símbolo de la represión, desde sus muros y escritorios, el alcalde Abarca, miembro del cartel “Guerreros Unidos”, y militante del PRD hasta hace unas semanas, ordenaba asesinatos, extorsiones y garantizaba el trabajo de su cartel de delincuentes. Trabajó durante años en medio de la impunidad absoluta, era un miembro destacado de la élite política guerrerense, su presencia era siempre requerida en las celebraciones públicas de las instituciones de ese estado. Era norma común verlo acompañado por diputados locales y por congresistas federales. Era sin duda alguna un importante exponente del establishment guerrerense.


Desde esa tesitura estructural hay que construir todas las explicaciones necesarias para comprender las desapariciones de los estudiantes normalistas y entender también las decenas fosas clandestinas que rodean a la Ciudad de Iguala. La impunidad fue sistémica, la injusticia fue estructural y la corrupción inexplicablemente total. Desde estas dimensiones se construyó una cultura política de la banalidad del mal, de la cobardía cívica, de la derrota ética.


Las decenas de marchas del día de ayer son un claro rechazó a todo lo expresado en el párrafo anterior, es el fruto de una identidad fundada en la indignación y el hartazgo, es la posible semilla de un nuevo México que desea mirarse en la vigencia absoluta de los derechos humanos, es el asomo de una sociedad en movimiento que busca sus propios sentidos de ciudadanías activas y rechaza esa idea de ser “beneficiados” por sus gobernantes. La gente exige sus derechos y le ha dado una elegante bofetada con guante blanco a esa minoría que cree poder seguir gobernando en base a unos votos compramos o coaptados elección tras elección. La simulación democrática ha llegado a su tope.


Los jóvenes, carne de cañón del narco sistema político, han respondido, han gritado hasta el cansancio la necesidad imperiosa de un estado de derecho real y no de papel. Ayer miles de jóvenes demandaron el respeto al derecho a la vida.


El México que estamos viviendo es terrible y hay que transformarlo. Los pasos de miles de ayer son la expresión del camino. Son 43 de Ayotzinapa, son 45 sin nombre, son miles los asesinados y desaparecidos, son miles las asesinadas y desaparecidos. Hoy hay una convicción sobre el principal responsable y los y las manifestantes lo expresaron en el Zócalo de la Ciudad de México con sus velas y Antorchas: Fue el Estado.


Ayer fue una marcha de la justicia y de esperanza, al parecer el mundo está pariendo una ilusión. No podemos seguir viviendo en un país teñido por la sangre y la impunidad.





jueves, 16 de octubre de 2014

Ayotzinapa, los neoliberales y los derechos humanos en México


Ayotzinapa, los neoliberales y los derechos humanos en México


Octavio Paz, el gran pensador liberal mexicano hablaba de la incurable otredad que padecía México.  Para el poeta, la identidad mexicana se forjó en esa lucha por ocultar lo inocultable, las tragedias y símbolos, los acervos culturales indígenas, lo mestizo y todo aquello que no sonará a occidental de primer mundo. Las clases dirigentes mexicanas han continuado en ese delirante esfuerzo por ser parte de ese mundo dotado de racionalidad, progreso, capitalismo y desarrollo, para eso, desde Salinas de Gortari hasta Peña Nieto se han realizado una serie de reformas y tratados internacionales para colocar a México en el primer mundo. El levantamiento zapatista arruino la epopeya neoliberal salinista en la última década del siglo pasado, ahora, Ayotzinapa hace lo mismo con Peña Nieto y sus últimas reformas neoliberales. El paseo político del presidente reformador de México acaba de tropezar con ese México profundo, con esos rostros que nunca se han pensado en occidente y que le dicen aquí estamos, somos también la otredad de México.

La barbarie Ayotzinapa nos devuelve a la violencia de los siglos, al genocidio inicial de los españoles en contra de los pueblos originarios de Mesoamérica, nos lleva a los muertos y muertas indígenas de las haciendas coloniales y a la segregación cultural, económica y social lanzada por las élites independistas liberales y conservadoras en contra de toda expresión humana que pudiera tener asignada entonces la etiqueta de “indio”. Los indios e indias que recién en el siglo XX alcanzaron un status discutible de ciudadanos y ciudadanos, de sujetos de derechos y deberes. En ciertos estados de la federación mexicana ese racismo multi dimensional persistió bajo nuevas máscaras y discursos. La nueva forma modernizadora se enalteció en el mercado, se expandió en el discurso de la globalización y permitió legitimar las impunidades estructurales que recorrieron México desde la conquista hasta el siglo XXI.

Para los “modernos neoliberales” los estudiantes normalistas de Ayotzinapa representaban esa otredad desafiante y viva. ¿Cómo era posible que en el siglo XXI existieran sujetos que lucharan por sus derechos ciudadanos y humanos? ¿Cómo era posible que no se resignaran ante los designios del mercado y aceptaran ser unos simples consumidores? Su terquedad cultural, sus acciones que “calentaban plazas y negocios” tenían que ser sancionadas, los herederos del viejo comandante guerrillero Cabañas debían tener su merecido y lo tuvieron. Un grupo de policías municipales los acribillaron a tiros en primera instancia asesinando a tres de ellos e hiriendo a 17. Después, en medio de la más absoluta impunidad se llevaron a 43 de ellos y los desaparecieron hasta ahora, así como años antes, el ejército mexicano desapareció a cientos de indígena y mestizos para acabar con la guerrilla de Lucio Cabañas. La impunidad histórica nos estalló a todos y todas en la cara. Recién entonces y sólo entonces la clase política se enteró de sus miserias y sus corrupciones, de su modernización neoliberal fallida, pero ya era tarde. Esa plaza llamada México está caliente y va tardar en enfriarse.

La tragedia de Ayotzinapa o de esa gran fosa común llamado México -citando al Padre Alejandro Solalinde-, nos ha permitido conocer un poco la fuerza ética de ese “otro” México, el de los estudiantes, campesinos y ciudadanía de a pie, nos ha dado alguna esperanza en medio de las más absolutas desesperanzas. Hoy en día no sólo están a prueba las instituciones, hoy en día estamos a prueba como civilización, como sociedad política y como ciudadanía. Hoy en día estamos decidiendo sobre nuestra calidad humana y el dilema es ser ciudadanos o consumidores.


El primer reto ante tanta barbarie neoliberal es hacer creíble ante nosotros y ante el mundo la realidad que vivimos. Enunciarla y denunciarla. Hoy en día necesitamos un México pletórico de activistas por los derechos humanos y contrarios a la impunidad. Necesitamos simplemente salir de la ideología neoliberal. 

Las fosas clandestinas en Guerrero y la indolencia de la clase política en Guerrero.

Las fosas clandestinas en Guerrero y la indolencia de la clase política en Guerrero

Desde que se inició la búsqueda de los 43 estudiantes secuestrados por policías municipales al servicio del crimen organizado en Guerrero se han localizado 19 fosas clandestinas conteniendo restos humanos. 4 de ellas estaban sin utilizar, lo dramático es que se encontraban listas para ser empleadas, esperando para ser inauguradas.
Lo cierto es que la búsqueda de los estudiantes de Ayotzinapa ha tenido entre sus consecuencias no deseadas el hecho de develar otros asesinatos y el de comprobar lo fácil que es para los miembros del crimen organizado el asesinar impunemente a ciudadanos y ciudadanas a la hora que quieran y desaparecerlos ante la total prostitución del estado de derecho en Guerrero.
En estos momentos diversas organizaciones sociales anuncian en dicho estado la toma de las 81 municipalidades. Dicha acción es una medida desesperada en contra del sistema narco político a nivel municipal. En todas ellas las policías municipales sirven a los intereses de las organizaciones criminales y ellas operan en colusión con las autoridades políticas: Los alcaldes.
Los días que se vienen para Guerrero son cruciales para todo México, el costo de permanecer en silencio antes décadas de atrocidades ya es demasiado alto. La exclusión política generada por el sistema político ya es insoportable. El marketing político ha sido rebasado por una cruel realidad, parecería que en esta ocasión las despensas de alimentos y los regalos electorales ya no van a ser suficientes. La gente quiere a sus hijos y la lógica del miedo y la miseria impuesto por los gobernantes ya perdió piso. Estamos asistiendo a la frontera de la dignidad. ¿Cuántas fosas clandestinas tendremos que hallar en Guerrero? ¿Cuántos jóvenes tendrán que ser asesinados para que las autoridades y la clase política entiendan que ya nos les creemos nada y queremos que se vayan?
Dicen los comentaristas y analistas acólitos del sistemas político que lo mejor es que el actual Gobernador de Guerrero continúe en el cargo, que es importantísimo no generar ingobernabilidad, que lo que importa es la paz social, pero estos señores, que desprecian la vida de los sencillos y sencillas, que adoran la cultura del borregismo social, que adulan la cultura de las despensas políticas, no entienden, no saben lo que significa tener un hijo, una hija desparecida. Y por eso hay que decirles que hay penas que no se negocian, que hay ausencias que no se pagan y que hay daños irreparables, imposibles de arreglar con programas sociales sacados del sombrero de la impunidad del Estado.

La única solución, que parece ya imposible se expresa en los gritos de los jóvenes universitarios: ¡Vivos los llevaron, vivos los queremos! 

domingo, 12 de octubre de 2014

Pensar México después de Iguala y los 43 estudiantes Ayotzinapa

Pensar México después de Iguala y los 43 estudiantes Ayotzinapa

Uno de los problemas fundamentales a los que asistimos en México y en Guerrero fundamentalmente es el excesivo peso que le hemos otorgado al sistema político. El diseño político en el país azteca se ha enfocado de sobremanera en el diseño de las instituciones y ha dejado de lado la formación y la construcción de ciudadanía. Se ha intentado construir un orden político basado en la elaboración e instalación de reglas, normas y procedimientos sin considerar el contexto social y la cultura política. Se ha preferido la norma y no la agencia. El estado nacional ha quedado desprovisto de lo nacional y los discursos y mega relatos históricos que antes nos permitían imaginarnos como una comunidad política se han desgastado, quebrado y en el mejor de los casos dejados de lado. ¿Qué significa ser mexicano o mexicana hoy en día? ¿Qué nos identificaba antes como nación y qué nos identifica ahora? ¿Cuándo se agotó la legitimidad que antes le daba algún sustento al sistema político?
Lo que tenemos claro después de la masacre de Iguala es que la vida de cierto tipo de ciudadanos y ciudadanas no vale mucho para los miembros de las élites políticas de ciertas entidades federales como Guerrero, Tamaulipas y Michoacán. El caso de Igual está destapando una verdadera hecatombe humanitaria, ya se han encontrado 9 fosas llenas de cadáveres y lo primero que se le ocurre al Gobernador del Estado de Guerrero es decir: “Algunos de los 28 cuerpos exhumados el pasado fin de semana no corresponden a los 43 estudiantes desaparecidos”. ¡Es decir, hay más de 43 muertos y eso es una buena noticia! Peregrina afirmación del Gobernador de Guerrero. La verdad, calladito se vería más bonito. En fin. Otra fina expresión humanitaria de la clase política.
Otro punto que nos debería ya preocupar es lo siguiente. El nivel de involucramiento entre el crimen organizado y los municipios. Es casi una condición de correspondencia que el crimen organizado detente el control de las policías municipales en la mayor parte de los municipios guerrerenses, así logran organizar el cobro de derecho piso, las extorsiones y los secuestros, usan las instituciones estatales para beneficio propio y de paso logran el control político de los territorios y poblaciones municipales. Los casos de Iguala y Michoacán son aleccionadores, ¿quehacer para romper este binomio de violencia, criminalidad e impunidad?

Una primera medida tendría que ver con desaparecer a todas las policías municipales de Guerrero y construir una nueva policía estatal con elementos provenientes de otras entidades y profesionalizada. Otra segunda medida importante sería establecer una base de datos que federal para detectar los antecedentes de cada posible candidato o candidata a un cargo de elección popular. Un tercer elemento es acabar con el monopolio que tienen los partidos políticos a los cargos de elección popular, ampliar las candidaturas independientes y darle oxígeno ético al sistema político. Finalmente sería importante subir los impuestos a los sectores más ricos de México y generar nuevos mecanismos de redistribución del ingreso. Poner el estado al servicio de la sociedad y la ciudadanía y no que siga sirviendo a una minoritaria clase política profundamente deslegitimada y cuestionada. ¡Los muertos de Ayotzinapa, los niños de ABC y los miles de muertos de Calderón merecen eso y más!

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